Hoy, además del colegio, el rastrillo, los chicos en dirección espiritual (hoy 6) la Misa y las confesiones, tenemos grupo de formación. Todo es estupendo, pero este grupo es también algo muy formativo y divertido, la verdad. Examinamos un caso de fe o de moral, primero en grupo, y luego doy una charla ‘explicativa’. También queremos sacar un retiro mensual para este grupo y todo el que quiera venir, por la tarde. Ya llegará. Para que veáis como lo hacemos, os pongo un caso, que aunque largo, quizás merezca la pena dedicarle un minuto:
Explicando en qué consiste la catequesis, Gonzalo, para animar a su amigo, le cuenta que por esa barriada han aparecido recientemente miembros de una secta, al parecer bien preparados y con abundantes medios, que están consiguiendo atraer a más de uno. —"¡Fíjate, qué desastre!", apostilla. —"¿Qué desastre? ¿Por qué? Si les sirve..." —"¿Cómo que si les sirve?" —"Pues sí. Si están convencidos de lo suyo, y les sirve para hacer el bien y rezar y pensar en los demás y todo eso, pues yo no lo veo tan mal". —"¡Pero cómo va a estar bien eso, si es mentira!". —"Vaya, no pensarás que tienes el monopolio de la verdad tú solo". Gonzalo insistió: —"¡Pero..., cómo va a ser verdad eso! Si les viene todo de un americano, que seguro que estaba «grillado»". —"Lo mismo pensarán ellos de ti. Y tú sacas tu Biblia y tus demostraciones. Y ellos sacan la suya, y sus demostraciones. Y si a alguien le parece más convincente lo tuyo, se apunta a lo tuyo. Y si les convence más lo de ellos, pues se apuntará a ellos".
Gonzalo no esperaba esa reacción. No insistió porque se dio cuenta de que no valía la pena intentar que Antonio fuera a la catequesis: ¿cómo va a enseñar el catecismo alguien con esas ideas? ¡A él era a quien había que catequizar! Se quedó con el asunto en la cabeza, y empezó a buscar libros para encontrar respuesta. Primero quiso informarse sobre la secta. Encontró que, efectivamente, su creencia dependía de una especie de "profeta" reciente; que simplificaba todo, especialmente a base de eliminar lo sobrenatural; y que su versión de la Escritura estaba manipulada. No tardó en darse cuenta de que por ese camino era muy poco probable que convenciese a Antonio. Escudriñó después varios libros a la búsqueda de pruebas de la verdad de la fe católica. Parecía que se atascaba de nuevo: "Si le digo que hay milagros —pensaba—, me va a salir con que demuestre que son milagros de verdad; si le digo lo de las profecías, dirá que de las cosas pasadas cualquiera profetiza «a tiro hecho», y las futuras como todavía no se han cumplido...; si voy con esto de la altura moral, me vendrá con el cuento de los monjes tibetanos o qué sé yo..." A todo esto, su madre había notado el afán de Gonzalo por los libros de teología y su cara de contrariedad, y le preguntó qué sucedía. Gonzalo, que ya estaba a punto de rendirse, se lo contó. —"Creo que no vas a llegar muy lejos por ahí —fue la respuesta—. Estas cosas no suelen ser problema de demostraciones. Es..., no sé cómo decirlo..., es lo que dice tu padre: o vives como piensas, o piensas como vives. ¿Entiendes?" —"Mmm..., creo que sí", contestó, sin entender mucho pero dispuesto a pensarlo despacio".
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 142-144, 150-162, 172-175, 819, 842-845, 856.