Hay dudas pendientes. Un montón. Así que allá va una ligera respuesta de algunas de ellas.
La primera, y la más sencilla: el record del entradas en el blog se alcanzó hace varias semanas (123 entradas en un día). Lo que ocurre es que ahora mismo nos hemos afincado en cifras muy buenas (entre 90 y 100 visitas diarias), con días más intensos, como ayer, en el que entraron 112. Para más curiosidades, cuando el contador me mande el informe semanal lo pincho en el blog para que podáis verlo.
La segunda hace referencia a los requerimientos de Pitilinacio. La verdad es que eso de Pitilinacio me encanta, y si nos explicas de donde viene me hará mucha ilusión. A mi, sinceramente, no me ha parecido apreciar falta de empatía en los comentarios. De haber sido así, no habría habido la actividad que hemos tenido en estos días. Es cierto que uno se puede encender en algunos momentos, ser arrollador en otros (hablo por ambos lados)... pero eso no me parece una imposición, sino un encendimiento. Son cosas distintas.
Querido Pitilinacio, respecto al tema de la confesión, que sale ahora a colación, contesto brevemente y, si Dios quiere y preguntáis, el lunes vuelvo a la carga. Si he entendido bien, Pitilinacio sugiere que ese sacramento debe reservarse para ocasiones muy especiales fruto de pecados graves o de periodos de tiempo prolongados. Así fue pensado durante mucho tiempo en la vida de la Iglesia. Por eso, un mandamiento de la Iglesia es el confesarse una vez al año, con intención de asegurar unos mínimos que, de hecho, habitualmente no se cumplían. Sin embargo, todos los Papas del siglo XX han recomendado una práctica que consideran ventajosa para el cristiano: la confesión (individual) frecuente. Esta consideración de la necesidad de la confesión frecuente viene motivada por el redescubrimiento por parte de la Iglesia y el magisterio de la necesidad de santidad de sus fieles. O sea, que para estar en forma, más o menos, basta cuidarse un poquito. Para ser deportista de élite, son necesarias más cosas: un entrenador y un cuidado permanente, incluso de las cosas más pequeñas e insignificantes. Por eso, entiendo que la confesión frecuente es cosa buena para el cristiano, y al menos así lo practico yo también.
HORARIOS: Veremos su eficacia, porque a veces no te pasas las horas en blanco, resultando que no viene nadie a su hora y muchos fuera de ella (lo cual no importa en absoluto, antes bien todo lo contrario). Alla va: de Lunes a viernes estoy de 6h55 a 7h25 (de la mañana), de lunes a miércoles de 9h a 9h30, y de miércoles a viernes de 20 a 20h30. En este último horario dependo de que estemos los tres curas, porque uno celebra, otro atiende despacho, y otro confiesa. Pero el año pasado estuve casi todos los días durante ese tiempo en el confesonario, así que a priori parece que no habrá problema. Es provisional, dentro de un par de semanas será confirmado.
Aun quedan preguntas pendientes acerca de cuándo y cómo tomé la alternativa y me decidí a saltar al ruedo. Estas cosas a veces están en uno desde pequeño, pero entonces no les das más importancia. Pero la adolescencia y la juventud son épocas donde estas cosas, necesariamente, se piensan. Fue entonces cuando, primero tranquilamente en Madrid, y luego en un viaje con el Papa en Loreto, me decidí a ser sacerdote. Luego hubo un par de años de lucha, porque que Dios quiera no significa, en absoluto, que a uno le apetezca. Y ese era mi caso...