La frase que mejor resume el propósito de estas asignaturas (son cuatro) es aquella de Jena-François Revel: “la tentación totalitaria, bajo la máscara del demonio del Bien, es una constante del espíritu humano”. Educación para la ciudadanía se plantea como una materia que defiende la solidaridad, la igualdad de género, la defensa de los derechos humanos y la convivencia cívica, todo ello construido sobre la base de unos ‘valores mínimos’. ¿Es realmente así?. A este respecto, Juan Manuel de Prada publicó en ABC un artículo interesante a mediados del año pasado, y en uno de sus párrafos afirma
“A través de esta asignatura llamada cínicamente Educación para la Ciudadanía, nuestros hijos serán atiborrados de un pienso ideológico que naturalmente no se limitará a incluir unas normas de convivencia cívica, sino que sobre todo se preocupará de imponer una «moral pública» que tuerza y pisotee la moral que los padres, legítimamente, les intentamos transmitir. Y así, por ejemplo, se entonarán las loas del «derecho a elegir libremente la opción sexual», y se les explicarán los muy benéficos logros que deparará la experimentación con embriones, todo ello aderezado con apelaciones a la «recuperación de la memoria histórica» y demás mitologías del Nuevo Régimen. La formación de nuevas generaciones de esclavos está asegurada”.
¿Será verdad?. Os dejo con las significativas palabras de Peces Barba:
“Sólo con ser capaz de poner en marcha esta iniciativa el Gobierno habría justificado la legislatura”.