Conviene...

“Conviene que uno muera por el pueblo”. Estas son las palabras de Caifás que habla proféticamente: Cristo muere por todos los hombres, por todos nosotros.
No hay acto humano que quede en oculto, que sea particular. Todo construye o destruye, según los casos, la sociedad humana. Nuestro Señor, mediante su muerte en la cruz, otorgó la salvación al mundo: ofreció su vida por ti y por mí, como una madre, como un padre, como un amigo. Cada acto bueno nuestro, por pequeño que sea, es una aportación que hace eficaz su entrega. No pocos se enterarán de su gran amor porque tú, hoy, por ejemplo, recoges bien tu cuarto. Y al contrario, con el pecado ponemos trabas a su salvación, y hacemos más cruda su pasión. Es cuestión de fe, pero también de sentido común: en la naturaleza todo está conectado. En lo sobrenatural, también.
Por eso, una invitación de semana santa: cuida lo pequeño. Recogiendo bien esas migas de la mesa serás el Cireneo que ayuda a Cristo a portar la cruz; apagando el televisor cuando salen cosas inconvenientes serás San Juan, que joven y casto se entrega al Señor con heroísmo; cuidando de los tuyos y siendo cariñoso con ellos serás la madre fuerte que permanece junto a la cruz; leyendo con atención el evangelio y considerando con amor el rosario serás como Nicodemo o José de Arimatea, que de noche escuchan al Señor y le ayudan en los momentos difíciles. O al contrario: criticando con tus amigos serás como Herodes, que teniendo delante al Señor no quiso escucharle; haciendo dejadez de tus obligaciones serás como Pilato, que se lavó las manos; huyendo de dar testimonio ante los hombres serás como San Marcos, que corrió tanto que perdió su túnica en el huerto de los olivos.
Cuida lo pequeño, vale la pena. Al término de la semana santa podremos decir como Sta. Teresa de Ávila: “¡Cuántas veces he secado el rostro de Cristo en el huerto de los Olivos!”. No se trata de pedir, no se trata de ofrecer, no se trata más que de estar…