domingo, agosto 20, 2006

Las dos iglesias

Czestochowa ha supuesto para mi un filón inagotable de ideas, que todavía me siguen dando mucho que pensar. Llegamos al santuario a media mañana, después de un viaje estupendo en el autobús. Ya para entonces nos habíamos metido en el bolsillo al conductor del autobús, que comía con nosotros e iba a compartir con nosotros esta convivencia. Normalmente se sentaba a comer con Marek, y hablaban en polaco. Pero otras veces le guardaban sitio, y se daban las conversaciones más rocambolescas. No hablaba ni una palabra de algo que no fuera polaco o ruso, y nosotros eso no lo trabajamos. Miguel era el intérprete oficial, con su guía de 'polaco útil para hombre en apuros', pero quién realmente era un crack es Nacho Martínez Allué, que se entendía de maravilla por signos y sonidos guturales.
Total, que llegamos a Czestochowa a media mañana. Comimos y descargamos el autobus. Por suerte, teníamos sitio en el albergue, que está a dos minutos del santuario. Dormíamos en grupos de dos. El autobús nos sacó un poco de la ciudad y entramos rezando el rosario. Ofrecimos una cintica de la Virgen del Pilar a la reina de Polonia. Muy emocionante. Luego entramos en el santuario y hubo tiempo libre, dedicado a oración y compras. Por la noche la despedida de la Virgen y por la mañana, a las cinco y media, allí estuvimos unos 15 para saludarla. Todo en perfecto polaco. Pero es que hay cosas que se entienden no sólo por el habla: la piedad de los niños, la integridad de las familias, el sacrificio de las viejitas... Son tantísimas cosas que no caben en 100 blogs.
De todas ellas quiero rescatar una que a mi me llamó la atención. Existía unidad. Se apreciaba claramente que la gente creía y pensaba lo mismo. A la sazón, que se cumplia lo que dicen los Hechos de los Apóstoles: "pensaban y creían lo mismo, y se reunían para la fracción del pan". Allí todos sin excepción saludaban al santísimo con una genuflexión bien sentida. A las 6 de la mañana había una cola de 20 personas para confesar. El canto era al unísono, y a nadie se le ocurría hablar en la Iglesia. El amor a la madre de Dios, que así la llaman, era, en el fondo y en la superficie, un auténtico amor a Cristo. En definitiva, no había más que una Iglesia que lucha, quiere, ama y cree.
¡Qué lección!. Ahora que se discute tanto sobre la clase de religión y todo eso... ¿no sería bueno tomar nota y ponernos las pilas?. En la época comunista fueron las parroquias y las familias las que cargaron con la formación de los niños, y se ve que acertaron. Y ahora lo colegios siguen la misma estela. Una sola iglesia que cree y piensa lo mismo y que no queda al arbitrio de opiniones personales. ¡Qué gozada!.
Ahora me voy unos cuantos días. Si engancho algún sitio con internet escribiré alguna cosa más de Czestochowa y Auschwitz. Si no, habrá que esperar. El jueves estoy de vuelta, pero seguro que se puede hacer algo antes...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acabo de escribir a una amiga, intentaba describirle la actitud de los polacos ante la, su, Virgen Negra. No había caído, era su unidad lo que me fascinaba, a la que no estamos habituados, y es que realmente era una pasada la unidad de los peregrinos que llegan constantemente y se ponen a los pies de la Virgen.

PD:¡gracias por este blog!!