lunes, julio 28, 2008

Para aliviar el lunes

No es bueno tener mal humor. Estoy convencido de que casi ninguno de nuestros lectores lo tiene pero, por si acaso, allá va esta historia de nuestro periplo en Sydney, bien simpática aunque un tanto humillante; por esa razón, omitiremos nombres. Al protagonista de nuestra historia le vamos a llamar, por ejemplo, Mr. Toilet.

Era la noche de Randwick. En el hipódromo, cada uno sobrevivía a la noche como podía. Yo, como ya os dije, me peleaba con los ronquidos del Peris, pues ni la humedad, ni la temperatura ni nada de los otros efectos podían conmigo. Antes de dormir había tenido una cosa clara: era necesario aguantar en el saco hasta la mañana siguiente sin moverse un ápice, pues la logística de meterse dentro del saco y aislarse de toda la climatología adversa era tan compleja que no compensaba repetirla. Esto implica, por tanto, la exclusión necesaria de toda excursión al servicio...

Otros, como Mr. Toilet, no tuvieron en cuenta este matiz. Total que a eso de las cuatro de la madrugada (según cuentan los cronistas), este sujeto varón cuya edad ocultamos por discreción, decidió, entre sueños, ir al servicio, e informar de ello a todos los que le rodeaban, despertándoles.

A eso de las seis y media o siete (o quizás más tarde), esos amigos suyos despertaron en medio del rocio mañanero de la bahía de Sydney. Mientras abrían ojos, estiraban y volvían en si, diéronse cuenta de que Mr. Toilet no estaba. ¿Se habrá levantado ya?. ¿Donde estará?. En fin, ya aparecerá.

Con el tiempo, el protagonista de la historia apareció de nuevo. Inquirido por sus compañeros de fatigas, hubo de confesar la verdad: había ido al baño a las cuatro de la madrugada y, molido por el sueño y el cansancio... se había quedado dormido sobre la taza del servicio... cuatro horas... no está mal.

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