El trabajo intelectual es, como mínimo, enriquecedor.
En un buen colegio de una ciudad no muy lejana a esta, un profesor cuyo despacho está en la primera planta del pabellón de los 'bachilleres', puso la siguiente frase a la entrada de su despacho: nihil difficile volenti. O sea: nada es difícil para el que quiere.
El buen sacerdote capellán pasó por allí y no pudo por menos que leer la misiva. Corría Mayo-Junio del año 2007. Había gran tensión entre el alumnado. Son los exámenes, que siempre agobian, acompañados del cambio de tiempo, el calorcito, la primavera... El mensaje del profesor era elocuente: quiere de verdad, pon los medios, trabaja, lucha... y gana.
A aquel capellán el mensaje le convenció. "Nada es difícil para el que quiere". Es la exaltación de lo humano. Se puede. Vale la pena. A por ello: es un mensaje claramente juvenil, que mueve las almas y los corazones. A cosas grandes un querer de verdad.
Sin embargo, hace una semana ese cura, que se está acostumbrando a pensar demasiado, sentado como estaba en el sillón de su casa sin televisión le dio por pensar precisamente en este hecho, aparentemente oculto en los días de la historia.
'Nihil difficile volenti'. ¿Seguro?. Un escalofrío le recorrió la espalda y generó una impresión bien distinta a aquella de hace un año: se quieren muchas cosas en la vida, y no por ello resultan fáciles. Es más, resultan verdaderamente difíciles. Aún más: uno ha deseado con ardor miles de cosas, buenas y santas, y no necesariamente se suceden a una voluntad empeñativa y articulada, que pone los medios y lo intenta todo. La experiencia es aún más audaz: resulta que algunas personas hacen eso (apretar dientes a tope; un volens increíble, un querer mayúsculo)... y se estrellan.
"No me convence nada", concluyó el sacerdote. Es muy necesario tener voluntad recia, pero es más importante saber que habrá cosas muy difíciles e incluso imposibles de conseguir a esa voluntad.
Y el cura resolvió que la frase oportuna era otra. O mejor: que esa frase debía ser complementada por otra bien distinta.
Y decidió decírselo al buen profesor...