viernes, abril 25, 2008

Espionaje en el Vaticano

Si uno tiene 4 minutos, junto a decenas de miles de mamarrachadas absurdas podrá encontrar informaciones opuestas a propósito de una cuestión interesante: el servicio de inteligencia del Vaticano. Resulta que la Santa Sede niega la existencia de espías, pero otros afirman que es, con mucho, una de las agencias más dotadas.
¿Por qué este interés mío por los espías del Vaticano?. Pues porque siempre he pensado que gozamos de las mejores de las posibilidades para tener el mejor de los servicios, y que sería una pena 'delegarlo' al gobierno italiano. La Iglesia es la única institución del mundo y el único estado del planeta que tiene en todos los rincones del orbe a tipos a pie de campo (sacerdotes y religiosas del mundo rural) y personalidades en la política o en la diplomacia en esos mismos países (el nuncio, por ejemplo). ¿Quién informa cuando hay una masacre humanitaria? los misioneros. ¿Quién defiende la libertad ante ataques del estado? los obispos, los sacerdotes, las familias...
A pequeña escala, y siempre con el silencio propio del oficio (silencio humano y sagrado al tiempo), conviene conocer que ser sacerdote es, fundamentalmente, ser 'punto de información' de toda tu gente. Eso, que parece tarea sencilla, querido lector, no lo es en absoluto. Son muchas las cargas, preocupaciones, alegrías, cambios...
Me ha consolado mucho la primera lectura de esta mañana. Descargad en el vuestro agobio. No es agobio, pero si ciertamente 'yugo' o 'carga'. Haced la prueba: id uno por uno enumerando vuestros problemas delante del sagrario. Descargad de veras vuestras cosas en Él. Es un alivio. Yo lo he hecho esta mañana: pensaba en los chicos, especialmente aquellos que más sufren o que más quiero o que quisiera que hicieran lo que parece que Dios quiere de ellos, y por dentro una voz decía: "Son mios. No te confundas. Llevan MI ritmo, no el tuyo. Debes tener rectitud de intención". Y luego piensas aquella otra cosa y ves la necesidad de ser humilde, de hacer lo que tienes que hacer e importarte 33 que lo reconozcan o no... y así por su orden.
Y a la salida de ese rato de oración, nuevo. Un remozado impulso hacia la santidad, porque el peso del agobio nos hace arrastrarnos; la compañía de Dios todo lo contrario.
Descarga en Él tu agobio. Verás que bien.

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