jueves, abril 03, 2008

Merece la pena (1ª parte)

Merece la pena luchar en la vida por permanecer fiel a la Iglesia y a Jesucristo, por ser una persona abierta a la transcendencia, por ser un tipo cargado de valores, por pelear por ser limpio, generoso y entregado. En suma, merece la pena creer en Dios.
A esta conclusión llego todos los días no pocas veces. Y me da la gana de contároslo, por si os sirve.
En concreto, ayer y anteayer estuve con los chicos de 1º de Bachillerato del cole en un retiro espiritual de día y medio en el puerto de Navacerrada. Sitio estupendo. Los muchachos, mucho mejor que el sitio.
Y me dio por hacer esta consideración: me he pasado la mañana y parte de la tarde del martes confesando. Han pasado muchos, gran parte de ellos. Han abierto su alma.
Y pienso: merece la pena ser cristiano y ser sacerdote.
Ser cristiano porque tienes una confianza absoluta de que poniéndote de rodillas delante de un tío lleno de defectos vas a recibir el perdón de tus pecados. Es increíble. Y eso con toda naturalidad. Y además, tienes tal certeza de que eso queda entre tú y Dios. Me llama la atención: los chicos te ven hablar luego con los profes, e incluso a solas, y tienen certeza del siglio sacramental, de que no vas a contar nada. Y es una certeza bien fundamentada: ni se te ocurre decir ni mú. Quiero decirte con esto que el sigilo sacramental, cosa que mucha gente da por supuesta, es uno de los grandes valores de lo cristiano, porque ES VERDAD y es un MILAGRAZO DE ÓRDAGO, porque resulta facilísimo guardar silencio, y humanamente sería imposible.
Y merece la pena ser sacerdote. A veces la gente hace juicios de otros: ese es tonto. Aquel idiota. Y uno, de nuevo, guarda silencio, pensando que es sólo Dios quien juzga, porque cuando atiendes a las conciencias te das cuenta de que muchas conductas tienen su explicación razonable, aunque sean molestas. Merece la pena ser sacerdote porque debe hacerte muy amante de los hombres a pesar de sus defectos. Es imposible no comprenderles. Y eso llena un montón.
Merece la pena. Primera parte. Pronto más.

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