lunes, abril 21, 2008

Fecha de caducidad

Hace dos domingos me pasó una cosa curiosa, pero que todo aquel que tenga que dedicarse a estas cosas reconocera como muy propia, porque pasa a menudo.
Me tocaba predicar, y no recuerdo muy bien de qué fue la cosa. Yo creo que eran los discípulos de Emaus. La tesis: cómo cambia el carácter cuando uno tiene a Jesucristo como compañero de camino. Se puede pasar de la tristeza a la alegría con cierta naturalidad contando con él como compañero. Hasta aquí lo preparado.
El asunto que no sé por qué me dio por decir al comienzo de la prédica que ese domingo pasábamos del "ya es primavera en el Corte inglés" a los "ocho días de oro"; y que estaba muy bien que aquel centro comercial nos recordara que 'ya es primavera', esto es: cambios de humor, tiempo loco, sube y bajas, enfados absurdos, alegrías fotónicas... Somos así. Ya es primavera.
No estaba pensado, fue un segundo, y en seguida enganché con lo que quería comentar sobre los discípulos de Emaús...
Pues bien, semanas después, aún llegan ecos de lo mucho que sirvieron aquellas palabras. Justo las que no se prepararon. Justo, aparentemente al menos, las más absurdas. Justo, quizás, las más insustanciales... Justo, las que a Dios le dio la gana utilizar. Así es la cosa. El Jefe manda. Siempre.

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