martes, mayo 27, 2008

Erre que erre II

... Al principio pensaba que la vida religiosa era lo suyo. Pero, al poco de estar en un convento, le dijeron que probablemente aquel no era su camino. Volvió a insistir en otro lugar, un tiempo más tarde, y volvieron a decirle lo mismo. Le aconsejaron que pensara si quizá Dios no lo quería como fraile, sino en el ejercicio de la diplomacia y en el cultivo de la literatura. Entendió entonces que aquella era la voz de Dios, que le llegaba por encima de sus deseos e impresiones iniciales. Y fue un gran diplomático y una de las glorias literarias de Francia. Sirvió eficacísimamente a la Iglesia con su trabajo y con su pluma. Con el tiempo, comprendió que sus primeras decisiones fueron solo recodos de un camino que le llevaba derechamente hacia la voluntad de Dios.

Esta suele ser la situación en la que se encuentra el alma antes de decidirse. No ve con nitidez, no escucha con claridad. Solo se tiene una inquietud, una intuición. Es quizá una llamada aún poco perceptible, pero muchas veces no por eso menos real. ¿Dónde me quiere Dios? ¿Para qué? Hay que aguzar el oído, rezar, insistir al Espíritu Santo que nos dé luz, pedir consejo.

—Pero quizá es mejor decidir por uno mismo estas cosas tan personales, sin dejarse influir por consejos de nadie.

Las decisiones personales importantes han de tomarse de modo personal, por supuesto, pero no deja de ser una muestra de inteligencia y hasta de sensatez saber escuchar los consejos de aquellos a quienes podemos considerar dignos de nuestra confianza. A veces, desde fuera se ven las cosas con más objetividad. Y no porque desde fuera se vea mejor la vocación, sino porque quizá pueden ayudarnos mejor a reflexionar sobre cómo son nuestras disposiciones o nuestras actitudes. También pueden decirnos si, por su experiencia, les parece que tenemos o no las condiciones necesarias para seguir un determinado camino en una determinada institución de la Iglesia.

La clave es a quién se pide ese consejo y cómo se recibe. Hay que buscarlo en personas que posean la ecuanimidad y la rectitud necesarias para una cuestión tan importante. Y hay que recibirlo sin dejarse influir por quienes nos empujan a seguir con precipitación un entusiasmo pasajero, pero tampoco por quienes nos invitan a guiarnos por el egoísmo o a dejar siempre las cosas para más adelante.

—¿Y qué puede hacer el que no cuenta con personas de confianza? ¿No se bastará a sí mismo?

Pienso, como Alejandro Llano, que, cuando el aprendiz está maduro, encuentra siempre a su maestro. Puede costar más o menos, pero al final siempre se encuentra. Debemos pedir consejo a personas que tengan la necesaria rectitud y consideración hacia lo sagrado de la conciencia. A personas que entiendan que la labor de consejo y de orientación espiritual es una tarea encaminada a situar a cada uno frente a su propia responsabilidad delante de Dios, una ayuda que nunca supone menoscabo de la autonomía individual.

Toda ayuda espiritual, igual que toda acción de apostolado o de proselitismo, es siempre dar luz a las personas para que, cada una, día a día, vaya descubriendo su camino y lo siga. Quien da consejo sobre la vocación debe tenerlo presente; y quien lo recibe, debe comprender que, lógicamente, no basta con el consejo para resolver nuestro discernimiento, pues el discernimiento de la vocación es siempre personal.

El consejo espiritual ha estado presente en la historia personal de los santos a lo largo de la historia de la Iglesia. Así sucedió, por ejemplo, a Santa Juana Francisca de Chantal. En el año 1601 falleció su marido, el Barón de Chantal, y quedó viuda con veintinueve años y cuatro hijos. Juana Francisca pedía a Dios que pusiera en su camino un director espiritual verdaderamente santo, capaz de ayudarla a encontrar su vocación en aquellas nuevas circunstancias. En 1604 conoció a San Francisco de Sales y enseguida comprendió que era la persona que ella buscaba. Juana Francisca se dedicó a educar a sus hijos, a administrar los muchos bienes que le había dejado su marido y a hacer numerosas obras de caridad con los pobres y enfermos que ella visitaba o que acudían a verla al Castillo de Monthelon, donde vivía. Pasados los años, cuando sus hijos estuvieron ya preparados para valerse por sí mismos, decidió hacerse religiosa, y San Francisco de Sales vio en ella la persona ideal para comenzar la fundación de una nueva comunidad de religiosas que visitaran a los pobres, de ahí su nombre de Hermanas de la Visitación de la Santísima Virgen. Era una mujer con grandes dotes de gobierno, que caminaba de ciudad en ciudad organizando nuevas comunidades por todas las provincias de Francia. En 1622 falleció San Francisco de Sales y quedó ella sola al frente de la numerosa comunidad recién fundada. Buscó entonces la ayuda de San Vicente de Paúl, que sería en lo sucesivo su director espiritual. Cuando falleció Juana Francisca, en 1641, había ya ochenta y tres conventos de la Visitación en varios países de Europa. Ella siempre estuvo muy agradecida a la ayuda y el consejo que recibió de esas dos personas tan santas, que supieron orientarla con sabiduría y fueron decisivas para conocer su propia vocación y para seguirla con fidelidad.

Erre que erre (1ª parte)

La pregunta sobre qué quiere Dios de mí es una pregunta personalísima, de respuesta también personalísima. No hay recetas hechas. No hay fórmulas exactas para saber cuál es la propia vocación. Dios no se repite. No hay un atlas donde, como sucede con las estrellas, uno pueda buscar y reconocer la suya. Dios llama de modos tan distintos como modos hay de enamorarse. Nos llama y nos habla de forma singular. A algunos santos, Dios les sugirió oscuramente su vocación desde la niñez: a Santa Catalina de Siena con una visión, a San Juan Bosco con un sueño. Pero fueron la excepción y, además, ellos no descubrieron el significado de aquello hasta bastante tiempo más tarde.
A veces, Dios da su gracia de un modo llamativo, casi estruendoso, como hizo con San Pablo. También fue excepcional la conversión de Paul Claudel, un literato francés que había perdido la fe muy joven y a quien, la noche de Navidad de 1886, un taxi lo dejó, por casualidad, a la puerta de Notre Dame, en París. Se quedó solo en la gran explanada, frente a la catedral. Contempló la imponente fachada gótica con el gran rosetón central, fulgurante y multicolor en la oscuridad. Se escuchaban los cantos que celebraban la Nochebuena. Decidió entrar. El templo estaba abarrotado. Se fue abriendo paso entre la multitud, hasta llegar junto a la imagen de la Virgen.
Y fue entonces, mientras escuchaba el “Magníficat”, cuando se produjo su conversión. «Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía. Fue entonces cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante, mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre, que no dejaba lugar a ninguna clase de duda; que después, todos los libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida no han podido sacudir mi fe ni, a decir verdad, tocarla. De repente, tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable. Al intentar, como he hecho muchas veces, reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, encuentro los siguientes elementos que, sin embargo, formaban un único destello, una única arma, de la que la divina Providencia se servía para alcanzar y abrir finalmente el corazón de un pobre niño desesperado: "¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!". Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste fideles aumentaba mi emoción.»
En su interior se mezclaban sentimientos contrapuestos. «La religión católica seguía pareciéndome el mismo tesoro de absurdas anécdotas. Sus sacerdotes y fieles me inspiraban la misma aversión, que llegaba hasta el odio y el asco. Esta resistencia mía duró cuatro años. Me atrevo a decir que realicé una defensa valiente. Y la lucha fue leal y completa. Nada se omitió. Utilicé todos los medios de resistencia imaginables y tuve que abandonar, una tras otra, las armas que de nada me servían. Esta fue la gran crisis de mi existencia, esta agonía del pensamiento sobre la que Arthur Rimbaud escribió: "El combate espiritual es tan brutal como las batallas entre los hombres. ¡Dura noche!". Los jóvenes que abandonan tan fácilmente la fe no saben lo que cuesta reencontrarla, y a precio de qué torturas.»
Había en el interior de Paul Claudel un “hombre nuevo” que le empujaba a cambiar de vida. Pero seguía también el “hombre viejo”, que resistía con todas sus fuerzas y no quería entregarse a esta nueva vida que se abría ante él. «¿Debo confesarlo? El sentimiento que más me impedía manifestar mi convicción era el miedo a la opinión de los demás. El pensamiento de revelar a todos mi conversión y decírselo a mis padres…, manifestarme como uno de los tan ridiculizados católicos…, todo eso me producía un sudor frío. Y, de momento, me sublevaba incluso la violencia interior que se me había hecho. Pero sentía sobre mí una mano firme. (…) No conocía un solo sacerdote. No tenía un solo amigo católico. (...) Pero el gran libro que se me abrió y en el que hice mis estudios fue la Iglesia. ¡Sea eternamente alabada esta Madre grande y majestuosa, en cuyo regazo lo he aprendido todo!».
Decidió entregarse a Dios. Al principio...

lunes, mayo 26, 2008

Pippo

"El santo de la alegría", el "sócrates romano", el "conquistador de la libertad"; el "consolador de Roma", el "apóstol de Roma", el "modelo de sacerdotes" o "la música de Dios". Con estos nombres era conocido en la ciudad eterna San Felipe Neri. Sin dudarlo un segundo, es uno de mis santos preferidos.
Felipe Neri, Pippo, fue un tipazo increíble. Nació en Florencia y se dedicó al servicio de los demás, especialmente de los peregrinos de Roma. Finalmente, asesorado por su director espiritual y por la llamada de Dios -obviamente-, se ordenó sacerdote a la edad de treinta y seis años. Se instaló en S. Jerónimo de la Caridad, en la 'española' via Monserratto (donde está la Iglesia española en Roma) y fundó el oratorio, donde atrajo la atención de cientos de jóvenes. Modelo de caridad y modelo para la juventud. Un fenómeno.
Su amor a Cristo quedó reflejado en algunas de sus oraciones: El que quiere otra cosa que a Cristo, no sabe lo que quiere, el que busca otra cosa que a Cristo, no sabe lo que busca. Y también: Dame la gracia, Jesús mío, de no servirte por temor, sino por amor. Yo desconfío de mí, confío en ti, Jesús mío. No te fíes de mí, que te haré traición.
Me cae fenomenal Felipe Neri sobre todo, por su trato con la juventud. A él le encomiendo, junto a San Juan Bosco, esas decenas o incluso centenas de jóvenes que formamos en esta parroquia. Y le pido aprender de él. De él y de su buen humor, que fue bien conocido.
Una cosa me llama la atención: lo mucho y rápido que le obedecía. Preguntado por la rápida obediencia de sus chicos siempre respondía: obedecen pronto porque mando poco. Lo decía con tonillo irónico. Yo creo que, leyendo su vida, obedecían pronto porque amaba mucho...
Otra vez, en vísperas de su muerte, se hizo famosa su frase: "finalmente, hay que morir". Se ve que era un tipo gracioso hasta el final...
Y, por último, es sorprendente lo muy amigos que son los santos entre si. Dios los cría y ellos se juntan. El bueno de Felipe Neri conoció a Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Carlos Borromeo, Pío V...
En fin, habrá que esforzarse. Quizás dentro de 500 años, en una especie de blog futuro, escriba un sacerdotillo por ahí algo parecido a lo que sigue: "hubo muchos santos en aquel barrio; San José Millán, los olábarri (que serán como la familia de San Fulgencio, que eran cuatro hermanos y los cuatro santos...); San Luis Poveda, y otros santos lectores de aquel blog que fue en ellos, más que nunca, de Madrid al cielo...".

viernes, mayo 23, 2008

San Frutos

Creo que san Frutos es el patrono de Segovia. La verdad es que creo que me voy a acoger a su patrocinio, confiando en aquello de "un nombre, un lema"...
Frutos. El otro día me preguntaba un chico: "¿Por qué no entra nadie de la parroquia al seminario?".
Ahora parece que vienen las 'primeras bodas'. En Junio Lorena y Javier, Septiembre Rubén y Montse, en Enero Javi y Lucía... y las que vendrán. Unos pegaron en petardazo, y luego han ido cayendo una detrás de otra...
Hace falta alguno que dé el primer paso. , que lees esto, quizás seas el elegido... o ese amigo tuyo... ¡Ánimo!. Sólo tú sabese lo que pasa por ahí dentro. Tú puedes dar ese petardazo de generosidad.
Y el resto, ¿qué puede hacer?.
Cuentan que el cura de Ars se entrevistó una vez con un compañero muy desanimado por la ausencia de 'éxito' en su pastoral. Años de predicación, entrega, preparación y 'tácticas' apostólicas para nada. "Lo he intentado todo" decía aquel sacerdote joven. A lo que respondió el buen cura de Ars: "¿ha dormido usted en el suelo, ayunado, usado disciplinas, mortificado su gusto frecuentemente?". Ante la negativa del curilla, en santo cura respondió: "pues entonces usted no ha hecho todavía nada".
Hay que emplearse más a fondo en el sacrificio, no sea que uno sucumba al activismo del sacerdote celoso pero equivocado...
Pero, ¿Por qué esta insisitencia en las vocaciones?.
Pues porque tiene que preocuparte quién va a formar a tus hijos.
Yo lo pienso: soy un subproducto de una familia estupenda, y de un colegio lleno de personas que se entregaron a Dios y se han desvivido enseñando a chavales como yo -entonces- a cumplir la voluntad divina. Unos estaban casados, otros eran numerarios del Opus Dei, y otros eran espíritus geniales que circulan por el mundo. Por eso, cuando alguien me dice que hacen falta vocaciones de numerarios yo lo entiendo muy bien, porque, en sentido estricto, por su entrega encontré yo mi vocación y por su entrega encuentro ánimo y estímulo cada semana e incluso cada día.
Pues ojalá entiendas tú también la razón por la cual también hacen falta curas. Porque, ¿qué será de tus hijos -que ya tienes o que tendrás- si no hay buenos curas para ayudarles?.
Recuerdo una persona que hablaba fenomenal de cosas religiosas, con un conocimiento íntegro de la doctrina y con un saber hacer fantástico. Le pregunté por su colegio, y me dijo que él/ella era de provincia, y que había estudiado en el colegio de su pueblo -chiquitito-, y que había buenos maestros pero, sobre todo, en el pueblo hubo un buen sacerdote... y de ahí le venía todo.
¡Vocaciones!. Numerarios, sacerdotes... Mortificación, pedirlo a Dios... y uno, ¡¡¡sólo uno!!! que le eche narices... y el resto vendrán en racimo. ¿Tú quizás?
A rezar.
San Frutos!!! espabila.

martes, mayo 20, 2008

10 años de la séptima

Me he acordado nada más levantarme.
¡Qué día aquel!. Terminando primero de Seminario. ¡Qué final! con la oposición de un Atlético y uno que era y sigue siendo -sorprendente- del Barça.
Pero ganamos...
Diez años. ¡Qué bien estabamos entonces! Y ni comparar con ahora...
Pero no me voy del tema. 10 años, tres champions... y tu comentario.

lunes, mayo 19, 2008

Idolillos

Me cuenta mi amigo E. A. que, cuando llegó a China de vuelta hace unos meses, tuvo una sorpresa desagradable. Desde el Seminario él había querido ir a evangelizar China, y desde hace unos años está en Taiwan haciendo su labor.
El tema es que decidió, en su última visita a España, comprar un Belén para su parroquia. Pero no siempre es fácil pasar cosas a China donde, conviene recordarlo, de libertades se habla bien poco. El policía de aduanas le mandó abrir el paquete y empezó a salir la cabra, el pastor, San José, la mula y hasta Herodes y su castillo, que andaban por allí. El chino de turno le inquirió a propósito de esas figuras: "¿Qué es esto?". No era muy partidario de dejarlas pasar. Nuestro amigo sacerdote contestó: "son mis idolillos familiares".
Total, que el policía siguió escarbando y encontró un chorizo, cecina, lomo y salchichón, entre otras cosa. "¿Y esto otro?". "Los alimentos de mis idolillos". El policía no puso ningún problema. Tanto el Belén como el condumio pasaron sin problema ninguno...
Somos libérrimos de creer en lo que queramos.
Unos confían en sus idolillos: o sea, en el dinero, el tener, el poder, el compararse todo el día, el estar dándole vueltas todo el rato a la centrifugadora mental pensando como tener más, como hundir al vecino, como hacerse notar. Idolillos personales.
Otros incluso creen en un sólo Dios. Y los católicos creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres personas y un sólo Dios. Si uno no quiere quedar atrapado por sus idolillos, o acabar creyendo 'únicamente' en Dios, conviene que profundice en su fe porque es, con mucho, lo que te caracteriza como cristiano.
Toma nota.

viernes, mayo 16, 2008

La sensatez de lo concreto

Ayer disfruté de dos horas de campo, breves pero estupendas, porque los campos de la Sierra de Madrid están estupendos con las lluvias que han caído. Fui con mi tía Isabel, que siempre es ocurrente, y esta vez volvió a no fallar en sus vaticinios y consideraciones.
Estabamos de sobremesa, comentando precísamente lo bonito que está el campo. Y ella comentó:
Hay que agradecérselo a San Isidro. ¡Qué primavera tan buena de lluvias!. Así está el campo, que da gusto.
Yo, por mi parte, le respondí:
Supongo que con esto se habrá acabado la sequía, aunque en Cataluña están fatal de aguas.
Y ella dijo:
Claro. Es un problema de falta de realismo. Nosotros nos acogemos a un patrón como san Isidro, bien majo, que cultivaba su tierra y sabía lo que era sacar las cosas adelante. Por eso se hace cargo de nuestras necesidades, como es lógico. Ellos tienen a san Jorge, que se dedicaba a matar dragones -¡qué cosa tan absurda!- y que no se entera de nada. Fulgencio, conviene tener los pies en el suelo, y san Isidro no será relumbrón, pero es muy apañado...
Tomemos nota... Nada como tener los pies en el suelo para hacerse cargo de las necesidades del prójimo.

lunes, mayo 12, 2008

Ofensiva laicista

Ahora les da por hablar de ofensiva laicista. Está bien.
Algunos, creo que los nacionalistas gallegos, dicen que hay que cambiar el calendario por fiestas más actualizadas; por fiestas tradicionales del estado...
Otros consideran que los obispos deberían hacer tal o cual cosa, porque no soportan a las vocese que disienten.
Unos terceros añaden que hay que quitar el concierto a los colegios religiosos.
Y casi todos, si pudieran y exisitiera, pulsarían un botón donde pusiera: destrucción de la iglesia católica.
No soportan dos cosas: la libertad y la autonomía; la libertad y la independencia; la libertad y la firmeza de criterio. Un mundo sin fe católica -que es la que yo trabajo- significa la dictadura de los fuertes. Porque, con el tiempo uno se va dando cuenta de que para triunfar en la vida hay dos cosas: las virtudes y el carácter que uno tiene (de natural; para unos muy fuerte, para otros muy débil) y el sentimiento religioso (que hace, que duda cabe, a los débiles muy fuertes)...
Suprimir el sentimiento religioso (católico) significa dictadura de los poderosos. Lo saben y apuestan por ello. Y si muchos caen, nosotros, mientras resistimos, seremos más fuertes. A más presión, más fortaleza.
Y eso nos viene mejor que bien. A por ello.

jueves, mayo 08, 2008

Más títulos que años

Ayer vinieron a catequesis los niños del Atleti. Vinieron, como siempre, a hablar conmigo de fútbol, a que les pinche y les chiche un poco. Luego Leticia Sánchez de León, su catequista, les pincha arriba para que cuando bajen de catequesis, me ataquen, y así los niños encantados y yo más.
Total que ayer vinieron, y en seguida les pedí felicitaciones por la liga. Se resisten a reconocer la realidad. "Tenemos tantas ligas!!!... fijaos -les dije- el Madrid tiene más ligas que yo años". Y es verdad: aún no calzo los 31. Más ligas que yo años... Ellos pensaban que tenía muchos más años, porque todos los curas, lo sabe todo el mundo, tienen como mínimo 50...
Hoy cumplo años también como sacerdote. Y tengo menos años de cura que copas de Europa el Madrid. Eso sólo lo puede decir el Real Madrid, el Milán y el líverpool, el Ajax y el Bayern Munich, si mal no me equivoco.
Una vida sacerdotal es como un compendio de milagros. El otro día, en una tertulia con gente un pelín más joven que yo, pero no mucho, me obligaron a hacer una 'historia de mis ideas religiosas'. A media narración veo que una se pone a llorar: es que es verdad, es que es de milagro en milagro. El milagro de los compañeros, sus familias, nuestra amistad, la oración, el seminario, el estudio, la doctrina... la parroquia.
Menos años que ligas. Menos años de cura que champions. Por muchos años: de cumplir y de ganar.

martes, mayo 06, 2008

Nihil difficile volenti 2 y conversaciones matutinas tercera parte

Nada es difícil para el que quiere, ¿recuerdas?.
Aquel sacerdote, que al principio se había visto persuadido por lo atractivo de aquel reto (quiere de verdad y podrás), era ahora de una opinión distinta. Pensaba que si a los chicos se les aprieta mucho en este sentido, pueden quemarse. Le parecía que es necesario fortalecer la voluntad, porque es hoy día un bien escaso, pero con ojo.
Nihil difficile volenti. No es verdad, o al menos, es incompleto. Total que el sacerdote se dirigió al despacho del profesor a comunicarle sus dudas a propósito de la sentencia. Lo conversación fue enjundiosa, y el profesor concedió que entendiéndola por sí sola aquello era voluntarismo. No obstante, el buen profesor concluyó diciendo que la frase, con todo, es válida y buena. Y el sacerdote le retó: "perfecto. Si te parece, en tu planta y en tu despacho, reinará el 'nada es difícil para el que quiere'; yo pondré en mi despacho, en el piso de arriba, 'nihil sine gratia-nada sin la gracia'. Creo que mi despacho será mucho más visitado"...
Cambiando de tercio, hoy tercer capítulo de conversaciones matutinas. Dando la comunión, he visto a mi profesor de todo (porque cuando estás en quinto de EGB es tu profesor de casi todas las asignaturas). Además, era mi entrenador de baloncesto, y me quería muchísimo. No es por nada, pero debíamos ser -Juan Gómez Blanes y yo- dos niños divertidísimos. Él siempre reconoció que se lo pasaba bomba con nosotros, y recuerdo que nos tenía un enchufe increíble. Lo cierto es que eramos un poco trastos: fue el primer año que suspendía algo (en quinto de primaria; a partir de ahí siempre saqué todo sobresalientes y un suspenso [plástica o inglés] sólo por ser puñetero), fue el año en que a Blanes y a mi nos cambiaban de letra cada dos por tres para ver si nos serenábamos (la primera vez lloré, las siguientes era cuestión de esperar a Blanes, que haría una trastada premeditada para hacerme compañía), y fue el último año en que fui un buen deportista (entonces era un crack del baloncesto, luego todos dieron el estirón mucho antes que yo y se acabó la historia).
Total, que esta mañana he visto a Juan Herminio, mi profe. Espera el quinto hijo -cuando era profe mio no estaba ni casado- que si es una hija estará fenomenal (porque ya tiene cuatro niñas) y si es un hijo le hará muy feliz.
Conversaciones matutinas. ¡Qué gozada!.

domingo, mayo 04, 2008

4 de Mayo

Hoy, 4 de Mayo, pasan algunas cosas. Si no me equivoco, debe ser el cumpleaños de d. Ignacio Belzunce, a quien encomendaremos especialmente en Misa. Es víspera del cumpleaños de Antonio, un pre-diácono que será ordenado como tal el 7 de Junio. Y es el día después de la ordenación de sacerdotes de 15 compañeros...
Hacía tiempo que no estaba en una ordenación (al menos 3 años). Y me ha sentado fenomenal recordar las oraciones que un día rezamos todos, mi familia, mis amigos... y volver a renovar la entrega, que es algo más que necesario.
Me emocionaron especialmente algunas de esas oraciones. En el momento central de la celebración, el obispo dice: "Te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado; renueva en sus corazones el Espíritu de Santidad; reciban de ti el segundo grado del ministerio sacerdotal y sean, con su conducta, ejemplo de vida".
Espíritu de Santidad, ejemplo de vida... y cuando te entregan el cáliz y la patena se dice: "Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la Cruz del Señor".
¿Se entiende ya la razón por la que hay que rezar por los sacerdotes?.
¡Tenemos que tener a Jesús contento!... y no es tarea fácil.
P.D.: La historia del nihil difficile volenti será completada en próximos días... paciencia.