viernes, junio 06, 2008

Leños viejos y leños nuevos

Cuando aquella mañana de sábado, caminando por el centro de Madrid, se dio aquel encuentro fortuito pude concluir que, efectivamente, la gracia de Dios pasa de 'generación en generación' por puro amor suyo. Recordé aquello que hace años leí también fortuitamente en un ordenador del Seminario, porque un compañero había dejado abierto su correo... Se ve que le había escrito un sacerdote amigo suyo. A mi no me daba interés ninguno leer cosas de los demás, de modo que cerré pantalla, pero bastaron esos segundos para que una frase que estaba en el centro del escrito llamara mi atención y se me grabara para siempre. Allí ponía (cambio el nombre para evitar malentendidos): "querido Antonio, un sacerdote o muere de cansancio o muere de amor".
Cuando aquella mañana en el Madrid de los Austrias nos cruzamos con Don Félix, sacerdote mayor que no duraría más de un mes en esta tierra, tuve esa misma percepción: morirá de amor. Y de amor al sacerdocio. Porque cuando nos veía a nosotros, los curas jóvenes, era muy feliz. Y cuando veía a un muchacho que quería ser sacerdote, aún lo era más. Era la confirmación de la verdad de su vida.
La Iglesia es un hogar estupendo donde arden los leños; donde esos troncos viejos que han gastado su vida dando luz y calor van crepitando y, mientras se apoyan unos en otros, van cayendo para ser, primero, rescoldo, y luego, ceniza... Rescoldo de esos troncos nuevos, jóvenes, que reciben de ellos su fuego y arden vigorosamente para que otros tengan calor... y que llegarán a ser también rescoldo y ceniza. Cuestión de tiempo. Y así una generación, y otra, y otra... y el mundo sigue teniendo vida, calor, alegría.
No dejes de leer la historia que te pongo a continuación. Es, sin más, una de las causas de las reflexiones de hoy. Lo ley anoche, a las once, y me tuvo sentado en el sillón hasta las 12 pensando... rezando...
'Tolle et lege': toma y lee.

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