martes, agosto 07, 2007

Sr. Presidente, ¿cuánto cuesta un café?

Ochenta céntimos. Es la pregunta-conversación más 'famosa' del curso pasado.
Pues resultó muy eficaz el domingo pasado para ilustrar en la homilía una cosa que nos pasa a menudo. Resulta que cuando pensamos las cosas en frío, nos parece que cuestan mucho menos de lo que realmente sabemos que cuestan, y aplicamos el siguiente principio: tacaño para el prójimo, espléndido con lo propio. Así ocurre, por ejemplo, con la colecta: uno piensa que un café cuesta 80 céntimos y echa proporcional a eses ‘supuesto’ coste de la vida. El domingo lo hicimos notar en la Misa de la tarde, y vaya si se notó: en una Misa la colecta fue mayor a las otras tres Misas juntas. Es verdad: uno no suele tener reparos en dejarse sumas elevadas en el cuidado personal, ropa, moda (un polito, una camisa, un accesorio para el coche o incluso unos calzoncillos [25€ en el corte inglés unos de marca, Madre Mía!!!]); y sin embargo, en ser generoso con los demás en tiempo, dinero y dedicación uno escatima al máximo.
¿Invertiremos este orden? ¿austeros en lo propio, generosos con los demás? Honradamente, es mucho más positivo; da mucha más paz. Haz la prueba
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades a la parroquia el dia de su santa

Un saludo a todos
Fran

Anónimo dijo...

¡Muchas felicidades!

¿podrías hoy contar algo de Edith Stein?