jueves, agosto 09, 2007

Santa Teresa Benedicta de la Cruz

Te agradezco, Pitilinacio, tu sugerencia. Últimamente, aunque parezca mentira, estoy bastante liado y no tengo excesivo tiempo para pensar en el blog. Te agradezco un montón la idea de hablar hoy, tan oportunamente, de Santa Teresa Benedicta de la Cruz.
Nació en la segunda mitad del siglo XIX. Era judía de raza y religión. Su padre murió cuando ella era niña, de modo que su madre se hizo cargo del negocio maderero para sacar a sus seis hijos adelante. Y vaya si lo hizo: era una mujer muy fuerte. Cargó con las cuentas de la empresa y con las maderas también, de modo que se ganó la admiración de todos por su capacidad.
Edith Stein era, por el contrario, un tanto repipi y díscola. Desde pequeña era muy lista, hasta el punto de querer saltarse la guardería para ir directamente al colegio. En los estudios iba sobrada desde el primer día, y con la adolescencia le acometió la clásica ‘crisis’: “a la edad de 14 años dejé conscientemente de rezar”.
No obstante, el ingreso en la vida universitaria produjo en ella un cambio notable. Hablo de memoria, de las cosas que a mi me impresionaron de su vida, y que me parece son las siguientes:
En primer lugar, su dedicación sincera al estudio. La filosofía le llevó, que duda cabe, a Dios. La ciencia y el saber, siempre bien orientados, conducen a las almas al altísimo. Por el contrario, la ciencia que aparta a Dios como punto de partida epistemológico está llamada a su defunción. Es una opinión que trata de explicar la vida de Edith. Era muy lista; demasiado. Se hizo católica al tiempo: pero no por lista, sino por humilde.
La segunda cosa que me chocó es precisamente eso: uno puede estudiar mucho, formarse, pero lo cierto es que al término queda la humildad del intelecto y la voluntad. A Edith le ayudó en este sentido la fe de unos amigos suyos protestantes, ante la muerte de un ser querido. Otros testimonios católicos y protestantes también le movieron a doblegar su rechazo a lo católico. Cuando, en Freiburg, veía cada mañana a aquella mujer sencilla entrar a rezar después del mercado en la catedral… Edith misma se preguntaba cuándo tendría esa familiaridad tan maravillosa con Dios como para hablar con él diariamente. Y ahí está lo maravilloso: no rechazaba a esa mujer como si fuera estúpida, sino que añoraba su capacidad de amar a Dios y la deseaba para si.
En tercer lugar me impresiona de ella su concurso en la primera guerra mundial como enfermera. Con fe o sin ella se ve que era una mujer fuerte, capaz e integra de punta a cabo.
Mañana contaremos algo más. Ojalá que ella nos proteja. Dios bendiga a esta parroquia de Santa Teresa Benedicta
de la Cruz.

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