miércoles, junio 13, 2007

Una de chinos

Tarde curiosa. Hemos conseguido cambiar la radio de la furgoneta de la parroquia. Una donación particular con MP3, entrada USB y SD Card. Una gozada. Suena fetén. Lo curioso es que en el curso de la instalación, ha habido problemillas. Un cable negro, feo y enemigo de la rapidez, ha chocado con otro de modo que se ha fundido un fusible. Lo hemos apreciado al ver que la luz interior del vehículo dejaba de iluminar. Con el manual de usuario hemos comprobado que se trataba del fusible 21 que, en efecto, estaba fundido. Total, que me he ido a una ferretería cercana a comprar fusibles. En el camino he visto a muchos feligreses, cuyos saludos oscilan entre el informal “¿Qué tal, Ful?” hasta el solemne “buenas tardes, don Fulgencio”.
En esto llego a la ferretería y me informan de que no venden fusiblitos. Retrochollo. Me recomiendan irme a donde el viento da la vuelta. Allí los puedo conseguir. Mi gozo en un pozo. Vuelvo camino de la parroquia y comienzo a maquinar: Puedo quitar el fusible de la escobilla trasera, que es de 15 A, y usarlo y comprobar si funciona y entre tanto… Y en ese maquinar veo, doblando la esquina, otra posibilidad. Pero me daba vergüenza preguntar, la verdad. Total, que discretamente entro y pregunto. Eran los chinos de al lado de la parroquia. Le enseño un fusible… y por 1€ me vende 10. Lo encontró en un montón de escombros informáticos. Allí estaba la solución. ¡Más cerca y barato que la ferretería!.
Luego lo pensaba. Así funciona, mutatis mutandis, la gracia de Dios. Es necesario poner todo el ingenio, todas las fuerzas, y toda la audacia. ¡Ah!, y no tener vergüenza para lo bueno. Y Él pone el resto, encontrando soluciones donde no imaginabas, horizontes donde no había más que opacidad, virtud donde no había sino escombros. Es verdad, Dios está escondido pero es máximamente eficaz cuando nosotros deseamos ser mínimamente eficaces…

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