domingo, enero 07, 2007

La razón débil de la fe

Acaban las navidades. Vuelta a la labor cotidiana. Los niños, a clase. Y todos, a trabajar. La pregunta que cada uno puede formularse es: ¿qué queda de la Navidad?.
Antes o después, todas las personas se preguntan: ¿es razonable creer?. Acabo de saludar a un matrimonio que en menos de un mes han perdido a dos sobrinos y un hermano. Son un ejemplo para mi, y al término de nuestra conversación han dicho una cosa que me parece una gran verdad: “sólo la fe nos sostiene”.
Me ha impresionado mucho durante estas navidades la figura de los magos. Estaban cómodamente en sus casas, sin nada que les inquietara… pero vieron una estrella. Y la siguieron. Y cuando llegaron a Jerusalén, perdidos como estaban, preguntaron por la estrella que les guiaba. Se les indicó que fueran a un villorrio, como Belén, a buscar a un rey. Y allá fueron. Cuando llegaron encontraron un niño pobre, pequeño, envuelto en pañales. ¡Menudo signo!. “Y postrándose, le adoraron…”.
Dios no se manifiesta ahora a través de signos mucho más claros que los de entonces. La fe se alimenta de ‘delicadezas’ pequeñas de Dios, que nunca hiere nuestra sensibilidad, sino que la mueve con signos a veces minúsculos que muchos son incapaces de ver, como muchos fueron los que viendo la estrella no hicieron caso. La fe es razonable a través de certezas como estas, que nunca obligan a la voluntad, sino que la mueven a aceptar libremente la voluntad de Dios.

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