Del verano

Ayer reconozco que me quedé horrorizado. Dijeron en las noticias que más del 43% de las parejas son infieles en verano. El contexto de la noticia era el siguiente: las vacaciones son maravilosas porque uno se quita los tabúes, se 'libera', goza de más tiempo y eso se traduce en una mayor diversión. En concreto, el momento 'paradigmático' de tal liberación es la movida nocturna. Ahí puede haber éxito seguro en esta carrera por la libertad.

La pregunta: ¿qué estamos construyendo?. A mi me alegra muchísimo, como contraste, las cosas que me contáis de vuestras vacaciones. Es maravilloso pensar que aún hay personas que entienden de verdad lo que es la libertad. Uno me cuenta que ha estado con sus padres pasando unos días estupendos fuera de España. Otra familia está de vacaciones todos juntos en el norte, pasándolo en grande y, seguro, dando un ejemplazo de familia que se quiere. Otros me piden oraciones por algunos de sus enfermos, a los que están dedicando cuerpo y alma en este tiempo. Y una familia busca un hueco en Boston (os recordamos y rezamos por el éxito de este año americano).

Lo mismo me pasa cuando pienso en nuestro periplo polaco. Cuarenta y dos jóvenes 10 días, con Misa y oración diaria, que descubren la auténtica felicidad en el ejercicio verdadero de la libertad.

Son dos esquemas bien distintos. La sociedad construida sobre mi apetencia, o aquella que se fundamenta en la sólida base del cariño, la entrega y el sacrificio. Del primero tenemos experiencia donde llega: Auschwitz. ¿Hay mucha diferencia entre eliminar judios, polacos, sacerdotes o embriones?. Cuando llegaban los presos al campo, el coronel les decía: "si eres judío, tienes una semana de vida, si eres sacerdote, tres, y si eres polaco o ruso, tres meses". Son los mismos plazos que dan nuestras legislaciones al embrión: desde la píldora del día después al aborto provocado.

Con el corazón en la mano: cuando el hombre estrangula a Dios, acaba estrangulándose a si mismo. El Padre Kolbe, ahora santo, se dedicaba en el campo de concentración a convencer a la gente de que merece la pena vivir la vida. Muchos querían tirarse a las vallas electrificadas. Normal. Quién ha estado allí comprende tal desesperación. Y del mismo modo, quién ha experimentado la grandeza de ser hijo de Dios, comprende el valor de la vida, sea como sea y esté donde esté.

La sociedad de las medias tintas. Querido lector, toca elegir: entre los que hacen de su libertad el santuario de la arbitrariedad (como aquellos Nazis), y los que saben porqué y para qué están aquí y lo que significa darlo todo. Tú eliges.

Mañana más.