Las sociedades se han venido construyendo sobre pilares muy diversos a lo largo de la historia. Actualmente, muchos países, fundamentalmente del continente asiático, contemplan con estupor la degradación moral de occidente.
El Papa Benedicto XVI, en el discurso de la Inmaculada de hace un año, señalaba una cosa bien interesante: El pecado consiste en que “el hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado; es decir, que sólo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad”. Este es un pecado personal, pero también social, de modo que se manifiesta más acusado en algunos lugares.
El fruto manifiesto de esta sospecha entre los más jóvenes adquiere una expresión muy sencilla: “¿se puede ser joven y cristiano?”. A algunos les parece incompatible. ¿Por qué? porque se entiende a Dios como competidor y no como amistad que plenifica.
La Iglesia de Madrid quiere mostrar al mundo durante este año lo falaz de tal argumento, poniendo delante de mucha gente la vida de cientos de cristianos comprometidos, jóvenes y, sobre todo, muy muy felices. Es lo que se ha venido a llamar al Misión Joven, que comienza hoy en la plaza de Oriente a las 17h. Haremos todo lo posible para que “viendo vean y oyendo entiendan”, sabiendo que, en ocasiones, también ocurre aquello otro, en traducción libre: “vino Juan que ni comía ni bebía y dijisteis que era un tipo raro; viene el Hijo del Hombre que come y bebe y decís que es borracho y comilón”.
El Papa Benedicto XVI, en el discurso de la Inmaculada de hace un año, señalaba una cosa bien interesante: El pecado consiste en que “el hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado; es decir, que sólo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad”. Este es un pecado personal, pero también social, de modo que se manifiesta más acusado en algunos lugares.
El fruto manifiesto de esta sospecha entre los más jóvenes adquiere una expresión muy sencilla: “¿se puede ser joven y cristiano?”. A algunos les parece incompatible. ¿Por qué? porque se entiende a Dios como competidor y no como amistad que plenifica.
La Iglesia de Madrid quiere mostrar al mundo durante este año lo falaz de tal argumento, poniendo delante de mucha gente la vida de cientos de cristianos comprometidos, jóvenes y, sobre todo, muy muy felices. Es lo que se ha venido a llamar al Misión Joven, que comienza hoy en la plaza de Oriente a las 17h. Haremos todo lo posible para que “viendo vean y oyendo entiendan”, sabiendo que, en ocasiones, también ocurre aquello otro, en traducción libre: “vino Juan que ni comía ni bebía y dijisteis que era un tipo raro; viene el Hijo del Hombre que come y bebe y decís que es borracho y comilón”.
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