lunes, abril 16, 2007

El minuto

1984. George Orwell. Allí se cuenta que los trabajadores de los distintos entes públicos (ministerio de la verdad, ministerio del amor, etc.) disponen, todos los días, de unos minutos llamados “del odio”. La idea es la siguiente: se encierran todos en una sala mirando un televisor donde aparece un personaje siniestro (Goldstein, creo recordar) al que deben increpar, lanzar sillas, dar puñetazos e insultar sin piedad. Transcurrido el minuto o los minutos, vuelven a sus ocupaciones, presuntamente más serenos y con la bestia echada.
Podríamos darle la vuelta totalmente al argumento, pensando que quizás el amor descanse más que el odio. ¿Por qué no el minuto de Dios?. Hubo una iniciativa en la TV sudamericana con este nombre, y gracias a las aportaciones de los televidentes se construyó y ‘remozó’ un barrio entero.
¿Qué tal remozar tu alma?. Minutos de Dios: el primero nada más despertar. El último antes de acostarse. ¿Y en medio? Depende de tu generosidad.
Pero no te líes. Es simplemente decir: oye, te ofrezco el día. Oye, dame paciencia. Oye, que estoy insoportable. Oye… Los frutos son casi inmediatos. Pruébalo. Muchísimo mejor que el minuto del odio. De eso estoy seguro.

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