España gana. Si no fuera por el fútbol, donde no damos pie con bola, esto no sería una novedad. En atletismo nos hemos hecho un hueco entre los mejores en media y larga distancia, en gimnasia artística se acabó el imperio de los países del este, en tenis Nadal es una máquina, Alonso hace lo propio… En deportes de equipos tampoco estamos mal, con el balonmano, fútbol sala y waterpolo como nuestros mejores exponentes.
No conviene dar estos éxitos por supuestos. Hablando el otro día con un amigo inglés, bromeabamos diciendo que su país tiene suerte si gana al Cricket, sobre todo porque nadie entiende las reglas.
Lo mejor de todo es que esta unión de deporte y patria hace vibrar a muchos por valores que, a priori, no revierten un beneficio directo a las personas. Quiero decir: a nadie le suben el sueldo porque gane España, ni el típico novio pasota pasa a ser un tipo detallista, ni perdonan hipotecas, ni toca el gordo…
Recuerdo, a este respecto, una homilía del entonces cardenal Ratzinger, que comparaba el fútbol con la liturgia con motivo del comienzo de un mundial. A mi me parece que la gesta del equipo español de baloncesto nos recuerda que hay bienes de carácter moral que hacen muy felices a las personas. Que no todo está en el dinero y en el poder. Quizás ésto los apátridas no lo entiendan, así como aquellos que, como mi abuela, decían que el deporte lo componen hombres en calzoncillos que corren absurdamente detrás de un balón.
Lo mismo pasa con la virtud de la religión. No entra dentro de las cosas que, habitualmente, las personas consideran útiles. Y es una pena, porque se pierden una alegría muy superior a ganar un mundial. Vibrar por ser amigo de Dios, disfrutar nuestra condición de hijos del Padre, saber que la vida tiene un sentido y que por eso mismo sacamos partido a cada acontecimiento de la vida, por pequeño que sea.
Apúntate a ser cristiano. De verdad: no tiene sentido perderse tantísimas cosas buenas.
No conviene dar estos éxitos por supuestos. Hablando el otro día con un amigo inglés, bromeabamos diciendo que su país tiene suerte si gana al Cricket, sobre todo porque nadie entiende las reglas.
Lo mejor de todo es que esta unión de deporte y patria hace vibrar a muchos por valores que, a priori, no revierten un beneficio directo a las personas. Quiero decir: a nadie le suben el sueldo porque gane España, ni el típico novio pasota pasa a ser un tipo detallista, ni perdonan hipotecas, ni toca el gordo…
Recuerdo, a este respecto, una homilía del entonces cardenal Ratzinger, que comparaba el fútbol con la liturgia con motivo del comienzo de un mundial. A mi me parece que la gesta del equipo español de baloncesto nos recuerda que hay bienes de carácter moral que hacen muy felices a las personas. Que no todo está en el dinero y en el poder. Quizás ésto los apátridas no lo entiendan, así como aquellos que, como mi abuela, decían que el deporte lo componen hombres en calzoncillos que corren absurdamente detrás de un balón.
Lo mismo pasa con la virtud de la religión. No entra dentro de las cosas que, habitualmente, las personas consideran útiles. Y es una pena, porque se pierden una alegría muy superior a ganar un mundial. Vibrar por ser amigo de Dios, disfrutar nuestra condición de hijos del Padre, saber que la vida tiene un sentido y que por eso mismo sacamos partido a cada acontecimiento de la vida, por pequeño que sea.
Apúntate a ser cristiano. De verdad: no tiene sentido perderse tantísimas cosas buenas.
1 comentario:
Aupa España!! Me gustaría hacer una breve reflexión sobre el valor del equipo. No se alcanzan éxitos importantes en la vida sino es apoyado en un verdadero equipo. Ya sea en la vida personal (con una buena familia), en la vida profesional, en el deporte o en la vida espiritual... No se trata de juntar a mega-estrellas (sólo hay que ver al equipo americano NBA). Tampoco de que todos los miembros del equipo aporten exactamente lo mismo, no (no hubiéramos ganado el mundial con 12 "gasoles"). Se trata de mucho más. Cada uno tiene una serie de valores (ya sean más de anotar, de recuperar balones o de dirección del equipo) que debe aportar para cumplir con éxito los retos de todo el equipo. El equipo son 12 amigos que se complementan a la perfección y que cuando uno no tiene su día, hay otros que realizan la labor propia y la del compañero que falla. Cuando acaban los partidos no se pone cada uno su MP3 y se olvida de los demás. Ellos juegan a la pocha, hacen turismo, cantan... Y todo juntos. Por supuesto que tienen familias y amigos y a todos ellos les transmiten la felicidad que viven en el grupo. Yo creo que nosotros debemos ser parecidos y disfrutar de la vida cristiana como un equipo. Con nuestro "Pepu" Espa particular que nos dirija sabiamente, nuestro "Pau" Sobrino, Allué, Presa... a quien pedir consejo y aprender de él, y nuestra familia y amigos a quien transmitir la felicidad que vivimos en el equipo. Y por qué no, incluirlos en el equipo si es que no forman parte de él. Su aportación en el futuro será muy importante para el equipo. Y es que lo bueno que tiene "nuestro equipo" es que no tiene un límite de 12 jugadores (aunque sí que lo empezaron 12 hace más de 2000 años). Deseo que seamos capaces de deslumbrar con nuestro juego y que se haga irresistiblemente atractivo para los demás. Todo ello, gracias a nuestro espíritu de equipo qeu tantas veces afloró en Polonia. La medalla de oro que recibiremos será de un valor infinitamente superior a la del domingo.
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