Ayer tuvimos reunión de jóvenes en la parroquia. El lunes os cuento, cuando me de tiempo a pensarlo. De momento, las primeras impresiones, óptimas. ¡Qué gozada de gente joven!. De nuevo me viene a la cabeza Andres Montes, al que ya casi le tengo amarrado para los ejercicios espirituales...
Atentos a la colaboración que reproducimos hoy. Merece muchísimo la pena.
Se cumple ya un mes [me lo envio el mes pasado, pero estabamos en Polonia] de la celebración del V Encuentro Mundial de la Familia en Valencia y de la visita del Papa Benedicto XVI (la primera como Pontífice). Recuerdo ahora que días antes de salir para Valencia me entraron algunas dudas sobre el viaje; sólo con pensar en el calor húmedo, en dormir sobre suelo duro en un saco, el sol cayendo a plomo…¡Uf, qué pereza! Con lo tranquilo y fresquito que se está en la piscina de casa. Claro que entonces no imaginaba ni por asomo el gozo y el ánimo que iba a suponer el encuentro de marras.
Llegué a Valencia el jueves 6 por la noche. A los pocos minutos ya tenía los ojos vendados y la cara metida en un plato con trozos de pepino y tomate buscando desesperadamente un garbanzo (!). Ya no me acordaba de lo divertidas que eran estas dinámicas de grupo (qué lejos quedan las convivencias parroquiales juveniles). Al día siguiente, después de una estupenda noche en colchón de baldosas en la que descubrí mi vocación de faquir, nos acercamos a la Feria Internacional de las Familias. En el camino fuimos dando el cante (en sentido literal y figurado). Yo no entendía por qué la gente nos miraba tanto; al fin y al cabo los demás grupos que deambulaban por Valencia también iban vestidos de uniforme: de amarillo y blanco, con gorras, mochilas, banderas españolas y vaticanas, y estandartes. Pero algo, algo tendríamos, que al llegar a la feria se nos acercó una periodista a hacernos fotos y otro con una cámara de televisión.
Total que primero estuvimos en el congreso de hijos. El secretario de la conferencia episcopal española, Rv. P. Juan Antonio Martínez Camino (ése que sale tanto por la tele), nos habló de la política educativa del gobierno, de la errónea educación sexual que pretende implantar en el colegio, y de que tenemos que superar nuestro miedo para transmitir la fe con libertad y esperanza (dentro de lo que cabe, no estamos viviendo el peor de los tiempos). Luego hubo 4 charlas muy cortas sobre la libertad religiosa en la universidad, en el trabajo, en el mundo político y sindical, y en los medios de comunicación. Entre otras cosas, se habló de despertar una comunión cristiana joven, de la necesidad de la comunión eclesial como testimonio de unidad para resultar creíbles, y de que los cristianos tenemos que negarnos a la transformación de nuestro estado aconfesional en estado laicista. En el turno de preguntas, una joven de nuestro grupo planteó una cuestión que fue muy aplaudida por el auditorio. Entretanto, yo me escabullí momentáneamente a la sala de al lado, donde se estaba celebrando el congreso teológico-pastoral con ponencias de obispos, cardenales y representantes de otras confesiones cristianas. Después fuimos al pabellón del ocio en familia. Había multitud de juegos y actividades para niños y jóvenes. Algunos nos acercamos a toda prisa al circuito de karts, pero, al comprobar que no alcanzaban precisamente la velocidad de Fernando Alonso, optamos por jugar al baloncesto, al voley o al enredos. Me quedé con ganas de probar el rocódromo y la tirolina. Pasamos luego a la zona de los puestos (‘stands’) de los movimientos y asociaciones católicas. Había multitud de ellos, de los cuales desconocíamos muchos. Esto le lleva a uno a pensar en la enorme diversidad y riqueza humana de la Iglesia. Al abandonar el recinto ferial, vimos a algunos del camino neocatecumenal bailando en corro, al que se acercaban muchos curiosos.
Después de comer y de una más que apetecible siesta (los más jóvenes se echaron un partido de fútbol para bajar la comida) nos fuimos ¡a la playa! Tras 2 fabulosas horas en remojo haciéndonos ahogadillas y cogiendo olas, nos preparamos para el rosario comunitario o, mejor dicho, multitudinario. Era impresionante ver kilómetros de playa rebosando de gente que se había reunido para rezar juntos y en familia. Ya de noche, y con miles de velas encendidas, el espectáculo era sobrecogedor. Creo haber oído el número de 300.000 asistentes.
El sábado por la mañana nos levantamos no muy pronto, tuvimos la oportunidad de confesarnos y celebramos la Eucaristía. Salimos rápido a ver al Papa, que había aterrizado hacía un rato. Le vimos pasar 3 veces. La marea amarilla de peregrinos era incesante. Había muchas bandas de música a lo largo del recorrido y se soltaron globos y mucho confeti. Por la tarde fuimos por fin al recinto de la ciudad de las artes y las ciencias, donde tendría lugar el acto de clausura del encuentro. ¡Menudo ambientazo! Éramos del orden del millón de personas. Había familias enteras con abuelos incluidos. Algunos niños aprovechaban para refrescarse en unos estanques y canales que había por allí (y de paso, juguetear con las ranas del ecosistema). El Papa llegó sobre las 21.00 (le volvimos a ver pasar, claro). La ceremonia duró unas dos horas. A mí se me hizo corta. Pudimos seguirla en las pantallas gigantes. Hubo testimonios de varias familias de todos los continentes. Entre ellas, un actor italiano arrancó una carcajada del Papa y del público al contar que cuando le preguntan cuánto tiempo lleva casado responde: “–45 años–. ¡¿45 años?! ¿Con la misma mujer? –Sí, sí, con la misma–.” El Papa defendió la familia de toda la vida como fundamento de la sociedad, habló de la gran tarea de la familia de formar personas libres y responsables, de la transmisión de la fe a los hijos (la familia, Iglesia doméstica), y, por último, destacó el importante papel de los abuelos en las familias. La ceremonia finalizó con un impresionante espectáculo pirotécnico.
Ya bien entrada la noche, algunos del grupo se unieron a jóvenes de otros grupos que estaban tocando la guitarra y cantando o se fueron “de marcha” por el recinto. Otros nos acercamos al ‘café vocacional’ a curiosear. Se celebraba en un hotel. Tuvimos que hacer cola para entrar como si fuera una discoteca. Estaba plagado de gente joven, adolescentes y pequeños. Consistía en lo siguiente. Había una capilla con exposición del Santísimo donde poder hacer oración. Bajando unas escaleras, habían improvisado unos confesionarios con biombos y se hacían confesiones en idiomas. Estaban llenos de chavales, ¡a las 2 de la madrugada! Más abajo había una sala amplia que tenía ordenadores con acceso gratuito a internet, con un escenario donde cantaban canciones religiosas y también salían algunos sacerdotes a contar su testimonio. También había una barra en la que te podías tomar un refresco o un café. Se trataba de ofertar otro tipo de ocio para los más jóvenes, combinando la faceta lúdica con la religiosa. A la salida recorrimos el recinto del encuentro de noche. Vimos otro corro de neocatecumenales y a las hermanitas de los ancianos y gente cantando aquí y allá. Reinaba un ambiente muy alegre y entretenido. Me resultó curioso ver a tantísimas familias durmiendo en sacos al aire libre, mayores y pequeños (incluyendo bebés). A pesar del cansancio acumulado, esa noche nos acostamos a las 5.30 aprox. Nos levantaron a las 7.30, o al menos eso pretendieron. El domingo, la Eucaristía puso el punto y final al supermacroencuentro multitudinario con el Papa. Por supuesto, le volvimos a ver pasar en el papamóvil, la 5ª vez (es que somos unos frikis). Por cierto, molaban sus gafas de sol.
Me llevé muy buen sabor de boca del encuentro. Le anima a uno ver a tantas familias juntas compartiendo un mismo denominador común: la fe en Cristo. Estamos acostumbrados a escuchar en los medios de comunicación noticias tristes de índole social y relativas a los jóvenes. Sin embargo, en Valencia pude presenciar otra cara muy distinta de la sociedad y una juventud sana, solidaria y comprometida con el Evangelio. Una juventud que merece la pena. Volví de Valencia con más fuerza, mucho más animado y esperanzado.
Hay que agradecer la presencia testimonial del Papa Benedicto XVI en España (y la iniciativa de Juan Pablo II).
Anda que si por pereza me llego a quedar en casa…
Llegué a Valencia el jueves 6 por la noche. A los pocos minutos ya tenía los ojos vendados y la cara metida en un plato con trozos de pepino y tomate buscando desesperadamente un garbanzo (!). Ya no me acordaba de lo divertidas que eran estas dinámicas de grupo (qué lejos quedan las convivencias parroquiales juveniles). Al día siguiente, después de una estupenda noche en colchón de baldosas en la que descubrí mi vocación de faquir, nos acercamos a la Feria Internacional de las Familias. En el camino fuimos dando el cante (en sentido literal y figurado). Yo no entendía por qué la gente nos miraba tanto; al fin y al cabo los demás grupos que deambulaban por Valencia también iban vestidos de uniforme: de amarillo y blanco, con gorras, mochilas, banderas españolas y vaticanas, y estandartes. Pero algo, algo tendríamos, que al llegar a la feria se nos acercó una periodista a hacernos fotos y otro con una cámara de televisión.
Total que primero estuvimos en el congreso de hijos. El secretario de la conferencia episcopal española, Rv. P. Juan Antonio Martínez Camino (ése que sale tanto por la tele), nos habló de la política educativa del gobierno, de la errónea educación sexual que pretende implantar en el colegio, y de que tenemos que superar nuestro miedo para transmitir la fe con libertad y esperanza (dentro de lo que cabe, no estamos viviendo el peor de los tiempos). Luego hubo 4 charlas muy cortas sobre la libertad religiosa en la universidad, en el trabajo, en el mundo político y sindical, y en los medios de comunicación. Entre otras cosas, se habló de despertar una comunión cristiana joven, de la necesidad de la comunión eclesial como testimonio de unidad para resultar creíbles, y de que los cristianos tenemos que negarnos a la transformación de nuestro estado aconfesional en estado laicista. En el turno de preguntas, una joven de nuestro grupo planteó una cuestión que fue muy aplaudida por el auditorio. Entretanto, yo me escabullí momentáneamente a la sala de al lado, donde se estaba celebrando el congreso teológico-pastoral con ponencias de obispos, cardenales y representantes de otras confesiones cristianas. Después fuimos al pabellón del ocio en familia. Había multitud de juegos y actividades para niños y jóvenes. Algunos nos acercamos a toda prisa al circuito de karts, pero, al comprobar que no alcanzaban precisamente la velocidad de Fernando Alonso, optamos por jugar al baloncesto, al voley o al enredos. Me quedé con ganas de probar el rocódromo y la tirolina. Pasamos luego a la zona de los puestos (‘stands’) de los movimientos y asociaciones católicas. Había multitud de ellos, de los cuales desconocíamos muchos. Esto le lleva a uno a pensar en la enorme diversidad y riqueza humana de la Iglesia. Al abandonar el recinto ferial, vimos a algunos del camino neocatecumenal bailando en corro, al que se acercaban muchos curiosos.
Después de comer y de una más que apetecible siesta (los más jóvenes se echaron un partido de fútbol para bajar la comida) nos fuimos ¡a la playa! Tras 2 fabulosas horas en remojo haciéndonos ahogadillas y cogiendo olas, nos preparamos para el rosario comunitario o, mejor dicho, multitudinario. Era impresionante ver kilómetros de playa rebosando de gente que se había reunido para rezar juntos y en familia. Ya de noche, y con miles de velas encendidas, el espectáculo era sobrecogedor. Creo haber oído el número de 300.000 asistentes.
El sábado por la mañana nos levantamos no muy pronto, tuvimos la oportunidad de confesarnos y celebramos la Eucaristía. Salimos rápido a ver al Papa, que había aterrizado hacía un rato. Le vimos pasar 3 veces. La marea amarilla de peregrinos era incesante. Había muchas bandas de música a lo largo del recorrido y se soltaron globos y mucho confeti. Por la tarde fuimos por fin al recinto de la ciudad de las artes y las ciencias, donde tendría lugar el acto de clausura del encuentro. ¡Menudo ambientazo! Éramos del orden del millón de personas. Había familias enteras con abuelos incluidos. Algunos niños aprovechaban para refrescarse en unos estanques y canales que había por allí (y de paso, juguetear con las ranas del ecosistema). El Papa llegó sobre las 21.00 (le volvimos a ver pasar, claro). La ceremonia duró unas dos horas. A mí se me hizo corta. Pudimos seguirla en las pantallas gigantes. Hubo testimonios de varias familias de todos los continentes. Entre ellas, un actor italiano arrancó una carcajada del Papa y del público al contar que cuando le preguntan cuánto tiempo lleva casado responde: “–45 años–. ¡¿45 años?! ¿Con la misma mujer? –Sí, sí, con la misma–.” El Papa defendió la familia de toda la vida como fundamento de la sociedad, habló de la gran tarea de la familia de formar personas libres y responsables, de la transmisión de la fe a los hijos (la familia, Iglesia doméstica), y, por último, destacó el importante papel de los abuelos en las familias. La ceremonia finalizó con un impresionante espectáculo pirotécnico.
Ya bien entrada la noche, algunos del grupo se unieron a jóvenes de otros grupos que estaban tocando la guitarra y cantando o se fueron “de marcha” por el recinto. Otros nos acercamos al ‘café vocacional’ a curiosear. Se celebraba en un hotel. Tuvimos que hacer cola para entrar como si fuera una discoteca. Estaba plagado de gente joven, adolescentes y pequeños. Consistía en lo siguiente. Había una capilla con exposición del Santísimo donde poder hacer oración. Bajando unas escaleras, habían improvisado unos confesionarios con biombos y se hacían confesiones en idiomas. Estaban llenos de chavales, ¡a las 2 de la madrugada! Más abajo había una sala amplia que tenía ordenadores con acceso gratuito a internet, con un escenario donde cantaban canciones religiosas y también salían algunos sacerdotes a contar su testimonio. También había una barra en la que te podías tomar un refresco o un café. Se trataba de ofertar otro tipo de ocio para los más jóvenes, combinando la faceta lúdica con la religiosa. A la salida recorrimos el recinto del encuentro de noche. Vimos otro corro de neocatecumenales y a las hermanitas de los ancianos y gente cantando aquí y allá. Reinaba un ambiente muy alegre y entretenido. Me resultó curioso ver a tantísimas familias durmiendo en sacos al aire libre, mayores y pequeños (incluyendo bebés). A pesar del cansancio acumulado, esa noche nos acostamos a las 5.30 aprox. Nos levantaron a las 7.30, o al menos eso pretendieron. El domingo, la Eucaristía puso el punto y final al supermacroencuentro multitudinario con el Papa. Por supuesto, le volvimos a ver pasar en el papamóvil, la 5ª vez (es que somos unos frikis). Por cierto, molaban sus gafas de sol.
Me llevé muy buen sabor de boca del encuentro. Le anima a uno ver a tantas familias juntas compartiendo un mismo denominador común: la fe en Cristo. Estamos acostumbrados a escuchar en los medios de comunicación noticias tristes de índole social y relativas a los jóvenes. Sin embargo, en Valencia pude presenciar otra cara muy distinta de la sociedad y una juventud sana, solidaria y comprometida con el Evangelio. Una juventud que merece la pena. Volví de Valencia con más fuerza, mucho más animado y esperanzado.
Hay que agradecer la presencia testimonial del Papa Benedicto XVI en España (y la iniciativa de Juan Pablo II).
Anda que si por pereza me llego a quedar en casa…
2 comentarios:
Querido Blogger,
Felicidades por el testimonio de Valencia. Se nota que es de una persona valiente,inteligente y muy reflexiva...
Hay veces que no hay que pensar tanto y saltar directamente al ruedo... Aunque se esté muy bien en la piscina o en el tendido 7...
"Merece la pena..." Lo decía Juan Pablo II: "No tengáis miedo... Cristo no quita nada... Lo da todo..."
Leyendo tu testimonio de viaje a Valencia me ha recordado el mío propio un montón...
Recuerda blogger que el mundo es de los Valientes, de los que arriesgan algo... No entierres tus talentos.
Post data: Don Fulgen, ¡cuentenos la experiencia de su Alternativa...!
Querido Blogger,
Felicidades por el testimonio de Valencia. Se nota que es de una persona valiente,inteligente y muy reflexiva...
Hay veces que no hay que pensar tanto y saltar directamente al ruedo... Aunque se esté muy bien en la piscina o en el tendido 7...
"Merece la pena..." Lo decía Juan Pablo II: "No tengáis miedo... Cristo no quita nada... Lo da todo..."
Leyendo tu testimonio de viaje a Valencia me ha recordado el mío propio un montón...
Recuerda blogger que el mundo es de los Valientes, de los que arriesgan algo... No entierres tus talentos.
Post data: Don Fulgen, ¡cuentenos la experiencia de su Alternativa...!
Publicar un comentario